Transporte y movilidad, claves para la sostenibilidad

El transporte tiene un peso muy considerable en el marco del desarrollo sostenible por las presiones ambientales, los efectos sociales y económicos asociados y las interrelaciones con otros sectores. El crecimiento continuo que lleva experimentando este sector a lo largo de los últimos años y su previsible aumento hacen que el reto de conseguir un transporte sostenible sea una prioridad estratégica a escala local, nacional, europea y mundial.

El transporte y la movilidad en el marco del desarrollo sostenible

Las sociedades modernas demandan una alta y variada movilidad, lo que requiere un sistema de transporte complejo y adaptado a las necesidades sociales, que garantice los desplazamientos de personas y mercancías de una forma económicamente eficiente y segura, pero todo ello sometido a una nueva racionalidad ambiental y a la nueva lógica del paradigma de la sostenibilidad. Desde esta perspectiva, un sistema eficiente y flexible de transporte que proporcione patrones de movilidad inteligentes y sostenibles es esencial para nuestra economía y nuestra calidad de vida. El sistema actual de transporte plantea desafíos crecientes y significativos para el medio ambiente, la salud humana y la sostenibilidad, en tanto que los actuales esquemas de movilidad se han centrado en mucha mayor medida en el vehículo privado que ha condicionado tanto las formas de vida de los ciudadanos y de las ciudades, como la sostenibilidad urbana y territorial.

El transporte tiene un peso muy considerable en el marco del desarrollo sostenible por las presiones ambientales, los efectos sociales y económicos asociados y las interrelaciones con otros sectores. El crecimiento continuo que lleva experimentando este sector a lo largo de los últimos años y su previsible aumento, aun considerando el cambio de tendencia por la situación actual de crisis generalizada, hacen que el reto del transporte sostenible sea una prioridad estratégica a escala local, nacional, europea y mundial.

Movilidad urbana e interacciones territoriales

Siendo múltiples los beneficios asociados a la movilidad, es cierto que la disponibilidad de medios de transporte asequibles y seguros debe obtenerse con un menor coste económico, social y ambiental. Un objetivo claro es optimizar de forma inteligente y eficiente el uso de materiales, energía e información y minimizar los impactos ambientales del transporte urbano e interurbano para cubrir las necesidades de movilidad de mercancías y personas, tanto en el ámbito local como a nivel global. Mientras que en el ámbito urbano es un prerrequisito mejorar la movilidad de viajeros con modos sostenibles, seguros y de calidad para reducir la congestión en áreas urbanas y metropolitanas, en el ámbito interurbano, es condición básica una correcta planificación de las redes de infraestructuras y del territorio, que integren transversalmente la dimensión ambiental, incluyendo los costes externos y sociales y sin olvidar la lacra de los accidentes.

El transporte por carretera representa el 79,5% del consumo de energía

Reducir los problemas de congestión y de estrés urbano redunda en menores costes para las empresas y los ciudadanos, con ahorro de tiempo y mejora de la accesibilidad, mientras que disminuir la dependencia de los combustibles fósiles y bajar los niveles de contaminación y emisiones de gases efecto invernadero (GEI) van en favor de la salud humana, de los ecosistemas y del sistema climático. Todos ellos son claros beneficios de los nuevos sistemas de transporte más sostenibles, que apuestan por una movilidad racional.

La movilidad urbana está adquiriendo un protagonismo creciente. El mundo cada vez se hace más urbano y se desplaza más profusamente, tanto interior como exteriormente (1.800 millones de turistas previstos para 2020). Actualmente más del 50% de las personas viven en ciudades. En la UE el 80% de la población vive en zonas urbanas, mientras que en España lo hace el 70%. La transición urbana hacia la sostenibilidad requiere una nueva cultura de las ciudades y del territorio y un nuevo enfoque ecosistémico, entendiendo los espacios en su totalidad, complejidad y dinámica interior-exterior.

En todo caso, las ciudades necesitan modelos de movilidad inteligentes con sistemas de transporte sostenibles en favor de la economía eficiente, de la salud ambiental y del bienestar de sus habitantes. En las ciudades, aunque solo suponen el 1% del territorio, se concentran los problemas (consumen más del 75% de la energía y producen el 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero), pero también son grandes subsistemas económicos donde se concentra la producción y el consumo (el 85 % del PIB de la UE se genera en sus ciudades), y donde se concentran las soluciones con nuevas capacidades de gobernanza. Si nuestras ciudades no son sostenibles tampoco conseguiremos que lo sea el propio planeta, como ecosistema global.

La sostenibilidad urbana requiere una movilidad racional y un transporte sostenible incidiendo en la dimensión ambiental (emisiones de GEI, contaminación atmosférica, ruido, impactos sobre ecosistemas exteriores), en la dimensión económica (eficiencia y competitividad, afectadas por la congestión) y en la dimensión social (atendiendo a condiciones de salud, cohesión e integración, evolución demográfica, accesibilidad y habitabilidad).

Es necesario contar con estrategias, planes de acción y normativas, exigentes y coherentes con la responsabilidad de la movilidad y el transporte en escenarios de futuro sostenibles, como ya se viene planteando en la UE y en España a través de diferentes actuaciones. En el caso de España, las acciones para una movilidad sostenible se enmarcan en la Estrategia de Movilidad Urbana bajo la triple dimensión básica de la sostenibilidad (ambiental, económica y social) y la Estrategia Española de Sostenibilidad Urbana y Local (EESUL), que contempla la movilidad urbana como un objetivo estratégico. La Estrategia de Movilidad Urbana definida con criterios de sostenibilidad ambiental, económica y social ha definido objetivos en cinco áreas: 1) territorio, planificación del transporte y sus infraestructuras, 2) lucha contra el cambio climático y reducción de la dependencia energética, 3) mejora de calidad del aire y reducción del ruido, 4) mejora de la seguridad y salud y 5) gestión de la demanda. La movilidad también es un objetivo prioritario de la Estrategia Española de Sostenibilidad Urbana y Local (EESUL), que adicionalmente incorpora objetivos generales de urbanismo, gestión urbana, edificación y relaciones mundo rural-urbano.

Siendo múltiples los beneficios asociados a la movilidad, es cierto que la disponibilidad de medios de transporte asequibles y seguros deben obtenerse con un menor coste económico, social y ambiental

La construcción de un modelo de movilidad sostenible exige procesos planificadores y participativos que pivoten sobre un sector de transporte moderno y flexible, pero también es necesario adoptar un enfoque integrador con otros sectores, como el energético, y considerar las diferentes pautas urbanas e interurbanas, las dinámicas sociodemográficas y los procesos urbanísticos y territoriales que tienen efectos sobre la movilidad, planteando así soluciones integrales y coherentes, aun asumiendo la complejidad que todo ello supone. La integración de la movilidad y el transporte en la planificación territorial y urbanística con mayores dosis de coordinación y cooperación administrativa es fundamental para minimizar los costes externos y los impactos de las infraestructuras lineales sobre los ecosistemas, la biodiversidad, el paisaje y la fragmentación del territorio.

El complejo entramado del fenómeno denominado las “Tres Tes”, “transporte-turismo-territorio”, supone un reto para un desarrollo equilibrado y sostenible, que tiene una especial incidencia en España. Los efectos combinados de los tres factores alientan nuevos riesgos de insostenibilidad del modelo económico y territorial. Cabe mencionar que, durante la etapa expansiva anterior a la situación recesiva actual, a medida que se intensificaba la actividad económica se producía un incremento de la demanda de transporte, en particular por carretera y vía aérea. Y, aunque la eficiencia de los vehículos aumentaba y mejoraban los combustibles, no se han conseguido reducciones considerables en la calidad del aire, en tanto que las mejoras obtenidas han quedado más que anuladas por el aumento del transporte de pasajeros y mercancías. Además, en la etapa de alto crecimiento, desde mediados de los noventa del siglo pasado hasta la llegada de la crisis en 2007, el transporte ha tenido un impacto ligado a la desenfrenada ocupación del suelo y a las modalidades de urbanización dispersa, que alientan mayores costes de movilidad, mientras que la intensiva construcción de infraestructuras ha venido provocando un impacto directo consistente en fragmentación del territorio y alteraciones de hábitats y paisajes, así como en la estructura y función de los ecosistemas.

Ecoeficiencia y tecnología para un transporte más inteligente y sostenible

La relación entre transporte y medio ambiente desde la perspectiva de la eficiencia se ha convertido en uno de los centros neurálgicos de la sostenibilidad, dado que una condición operativa de los procesos sostenibles es lograr la disociación absoluta, y no solo relativa, entre los procesos socioeconómicos y las presiones ambientales y las dinámicas insostenibles. Se trata de producir, consumir y mover personas y mercancías mejor, con menos recursos y menor impacto ambiental. La disociación de las fuerzas económicas respecto a las presiones ambientales no solo exige la “desmaterialización”, sino también la “desenergización” y “descarbonización” de los sistemas de producción, consumo y transporte. Es por ello por lo que la disminución progresiva de la intensidad energética y de carbono en los sistemas de producción de consumo y transporte se reconoce, generalmente, como un factor clave en la transición económica por vías sostenibles.

Aumentar los factores de productividad con mayor racionalidad económica y ecológica es importante pero no es definitivo. Es imprescindible evitar el efecto “volumen” y el efecto “rebote”, que pueden anular parcialmente las ganancias netas de eficiencia y productividad en el uso del medio ambiente. Por ejemplo, la reducción de las ganancias netas de una mayor eficiencia de los vehículos, por el aumento del parque automovilístico, y el mayor uso, por la conciencia de consumir menos. Las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC) pueden contribuir decisivamente, por ejemplo, reduciendo la necesidad de transporte (modificando la utilización del suelo o fomentando el teletrabajo y las videoconferencias), al tiempo que con sus efectos catalizadores pueden mejorar la planificación y los sistemas operativos para utilizar mejor las infraestructuras y los vehículos.

Los llamados Sistemas de Transporte Inteligentes (STI) se están convirtiendo en un eje de referencia para favorecer una movilidad urbana más sostenible y racional. Este planteamiento se promueve decididamente desde la UE y abarca multitud de cuestiones, como venta y pago electrónico de billetes, la gestión del tráfico, la información sobre los viajes, la regulación del acceso y la gestión de la demanda o las tarjetas inteligentes en el transporte urbano, en aeropuertos, estaciones de ferrocarril o autobuses. Con las nuevas tecnologías los ciudadanos obtendrán nuevos servicios y permitirán la gestión mejorada en tiempo real del tráfico y del uso de la capacidad, así como la trazabilidad y el seguimiento de los flujos de transporte con fines ambientales y de seguridad.

La sostenibilidad del transporte en España. Indicadores básicos

El sector transporte tiene un papel protagonista en la sostenibilidad del modelo de desarrollo español para satisfacer plenamente las exigencias ambientales, económicas y sociales que supone una moderna movilidad espacial.

La estructura de abastecimiento energético del sector transporte está basada mayoritariamente en la importación de combustibles fósiles, lo que, además de las emisiones generadas, implica una elevada dependencia energética. El peso del sector transporte en el consumo de energía, así como en las emisiones de gases de efecto invernadero, es uno de los mayores desafíos, tanto para la sostenibilidad energética como para la mitigación del cambio climático. El sector del transporte es el que más contribuye al consumo de energía final (40% del consumo total), lo que supone una importante aportación al calentamiento global. Las emisiones de GEI del transporte por carretera ascendieron en 2009 a un 22,8% del total del inventario, y desde 1990 hasta ahora han crecido un 71%. Su reducción en los últimos años se debe sobre todo a la crisis económica, al aumento de los precios de los combustibles y a la reducción de desplazamientos laborales y de mercancías.

El complejo entramado del fenómeno denominado las “Tres Tes”, “transporte-turismo-territorio”, supone un reto para un desarrollo equilibrado y sostenible

El elevado peso del sector transporte en el consumo energético total nacional se encuentra ligado al aumento de movilidad, así como a los niveles de motorización. Estos factores explican en gran medida la evolución de la intensidad energética de este sector, expresada como el consumo energético del sector transporte respecto al Producto Interior Bruto, siendo un indicador básico de ecoeficiencia y desacoplamiento. En el periodo 1990-2009, el valor de la intensidad energética del transporte ha mantenido una tendencia al alza en los siete primeros años, con un crecimiento energético, en general, de tasas superiores al PIB. Desde el año 2004, se ha observado que la intensidad energética del transporte en España ha iniciado una tendencia descendente, aunque aún estamos por encima de la media europea en un 40-50%.

El transporte por carretera, predominante en cuanto al consumo energético, representa el 79,5% del consumo de energía. En segundo lugar, se sitúa el transporte marítimo (14%). Los modos de transporte con un menor porcentaje de representación son el aéreo (4%) y el ferrocarril (2,8%), según datos de 2008. En la Unión Europea, la participación del transporte por carretera en el total del consumo de energía del sector superó el 80% en Alemania, Francia e Italia.

Un sistema eficiente y flexible de transporte es esencial para nuestra economía y nuestra calidad de vida. Según estudios realizados por INFRAS-IWW, se estima que los costes externos del transporte pueden alcanzar en torno al 7% del PIB en España, valor ligeramente por debajo de la media europea (8-9% del PIB comunitario, según estimaciones de la Agencia Europea de Medio Ambiente, AEMA). En el ámbito interurbano, una correcta planificación de las redes de infraestructuras, que incorpore criterios ambientales, es una primera condición necesaria para minimizar los impactos negativos de las actividades de transporte.

La contaminación atmosférica, que en gran parte se debe al tráfico rodado en las ciudades, influye negativamente en el ambiente y en la calidad de vida de los ciudadanos y es una amenaza aguda, acumulativa y crónica para la salud humana y el medio ambiente. En el seno de la Unión, se calcula que la exposición a las partículas se traduce en una disminución aproximada entre nueve meses y dos años de la esperanza de vida de los ciudadanos comunitarios.

En España, según el Programa Aire Puro para Europa (CAFE) de la Unión Europea, la contaminación atmosférica genera unos costes anuales que representan entre un 1,7% y un 4,7% del PIB español, lo que supone entre 413 y 1.125 euros por habitante y año. Al igual que en el resto de Europa, los mayores costes están relacionados con la mortalidad crónica asociada a la contaminación por partículas.

En cuanto al número de accidentes y víctimas mortales en carretera y zonas urbanas, es un problema de primer orden, que constituye la principal causa de muerte en personas de menos de 30 años. La tendencia descendente de años anteriores se mantiene. En 2009, el número de víctimas mortales en accidentes de carretera experimentó un descenso del 13% respecto al año anterior, al igual que la reducción en el número de accidentes también fue significativa (12,3%). No obstante, la tasa de accidentes mortales en España es superior a la media europea.

El modelo de transporte español sigue mostrando síntomas de insostenibilidad tanto para mercancías como para viajeros, con una gran dependencia del vehículo privado y una fuerte ineficiencia energética. En 2009, la carretera continuó siendo el modo de transporte para viajeros más utilizado (90%), frente a otros modos más sostenibles como el ferrocarril (5%).

Para atajar el problema de insostenibilidad del sector del transporte en España es necesario abordar políticas de movilidad integradas con las políticas ambientales, urbanas y de ordenación del territorio, sin olvidar la participación ciudadana, la información transparente y la educación social en favor de la sostenibilidad integral.

Fuente: fgcsis.es